Todos somos Acapulco

Isaac Jiménez

La Real Academia Española (RAE) define la inseguridad como la falta de seguridad. Cito: “Este concepto, que deriva del latín securítas, hace referencia a aquello que está exento de peligro, daño o riesgo…”. Por tanto la existencia de un riesgo se entiende como un estado de inseguridad, más allá del concepto que comúnmente tenemos sobre éste que es asociado a delincuencia organizada, robos, etc. 

Hoy la llegada del Huracán Otis de categoría 5 al estado de Guerrero ha puesto nuevamente de manifiesto lo vulnerable que somos ante los embates de la naturaleza, lo cual no es una novedad sino un recordatorio del propio planeta, sin embargo, desnuda la ínfima cobertura y políticas de previsión de atención y anticipación de riesgos de esta naturaleza.

La discusión de la eliminación del FONDEN, el cual se desterró formalmente por la SHCP como figura de fideicomiso y por ende como lo cita IMCO se eliminan las normativas de funcionamiento y el impedimento del uso multianual. Esto quiere decir que el fideicomiso ha desaparecido como tal, más no el presupuesto anual para ello, que no deja de ser una partida que de tener disposición y suficiencia pudiera usarse en hechos tan lamentables como el de OTIS, ello independiente a los esquemas de cobertura de riesgo que sabemos que no tienen una disposición inmediata.

Ahora bien, recientemente el grupo mayoritario en el Congreso Federal pretende hacer una modificación a la Ley General de Protección Civil y Gestión de Riesgos y  Desastres, que entre otras cosas pide regular los donativos (es decir, la libertad ciudadana de apoyar a uno o muchos paisanos en desgracia), el cual ha sido una herramienta social natural y efectiva para salir de desastres de precedentes como lo fue el sismo del 85 y desastres como el Huracán Paulina en 1997.  Así mismo pretende el documento reasignar la responsabilidad a los municipios y estados el tener fondos adicionales para prevenir dichos desastres, queremos pensar que ello es para tener una cultura de prevención y no un deslinde de responsabilidad por parte del ejecutivo federal.

Como ciudadanos requerimos tener la certeza de que estamos protegidos, de que seremos avisados oportunamente que algún desastre natural se aproxima y cuales son las medidas a tomar para preservar primero que nada la vida y el estado de salud en la medida de lo posible, y adicionalmente tener garantía que se va a gestionar ese riesgo de manera organizada y a la altura de la magnitud las consecuencias del mismo. Nadie pide que se impidan estos fenómenos porque es imposible, se pide la certidumbre de que nuestras autoridades nos están cuidando y por ende tenemos un estado de seguridad o cercano a ello para preservar las vidas humanas. 

En Acapulco no llegaron a tiempo al ciudadano de a pie las alertas metereólogicas, ni las prevenciones mínimas para ponerse a salvo, las cuales vislumbraban que aumentaba OTIS la intensidad de sus vientos de 100km/h a 230 km/h de manera acelerada, los cuales son atípicos y precipitados, sí. Sin embargo, teniendo el sistema Meteorológico Nacional, los radares de CONAGUA y el comentado aviso 21 horas antes del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos de dicha acelerada modificación a categoría 5, todos nos quedamos con la sensación de tristeza que se pudo hacer más posterior a esa amenaza, y en donde se tuvo que tener un estado de emergencia para su paso (sea con guardia civil o militar, o la coordinación de ambas) y sobretodo una estrategia para poder auxiliar de manera oportuna a las personas y a los daños evitables que a su paso dejaría OTIS.

Todos somo Acapulco cuando pedimos que nuestra seguridad ante este tipo de fenómenos esté resguardada y tengamos la oportunidad y guía de decidir que hacer ante catástrofes naturales, que si bien no podemos detener, pero sí gestionar todo su proceso. Pedimos coordinación entre las autoridades de los tres órdenes de gobierno y las instancias militares, marinas y civiles. 

Exigimos hacer un lado intereses mezquinos para que desde la sociedad también se pueda poner ese gran grano de arena para ayudar a los más desfavorecidos en esta tragedia, hoy la única política que importa es aquella que atienda en inmediates el control de daños, el auxilio a los damnificados, canales de ayuda humanitaria sin banderas, un estado de orden y no un lugar sin ley ni rumbo, y tener inmediatamente un plan para rescatar al puerto de Acapulco. Debe de ser una lección aprendida, sino simplemente lo ocurrido en Guerrero será una estadística lamentable más y una oda al desgobierno y la indolencia.